El cambio social y su impacto en una pedagogía basada en las competencias

Dr. Modesto Ñeco Quiñones[1]
“El progreso consiste en el cambio” Miguel de Unamuno

El cambio social y su impacto en una pedagogía basada en las competencias[2]
Los cambios sociales no surgen al azar o por inacción, más bien son el resultado de la capacidad creadora y del deseo de superación que tienen los seres humanos. Esto obedece a la ley de la física, que señala que toda la materia se transforma, en consonancia con el transcurrir del tiempo. El cambio es lo único permanente y, por lo tanto, demanda una serie de acciones y adecuación de las organizaciones y de las personas, pero a pesar de que todos contamos con ese potencial natural, hay un gran sector del mundo occidental que, por circunstancias adversas, no funciona como es de esperar, cuando nos referimos a la promoción del cambio social, en gran parte de la humanidad, en el siglo XXI, especialmente en nuestras actuales instituciones educativas que han sido afectadas por la acción de un profundo y acelerado cambio social, a saber: los distintos elementos que conforman los aspectos políticos, económicos, religiosos, educativos y tecnológicos; los nuevos modelos de las relaciones humanas “multicontextualidad, la familia”, responsables de generar problemas y desatinos en algunas de nuestras sociedades, como resultado de la globalización; la tecnología de punta, el consumismo sin control, el materialismo bestial, los altos niveles de corrupción, el analfabetismo funcional, la brecha digital y los nuevos marginados, la criminalidad rampante, la demagogia dominante, los altos niveles de desempleo, la alta tasa de divorcios, la marcada anarquía política y los bajos niveles de aprovechamiento cognitivo de la población estudiantil, en todos los niveles de enseñanza entre otros, que son los que suelen preocuparnos más a nosotros los docentes. Actitudes y formas colectivas de convivencia que son, en gran medida, responsables de todos estos males, y que, desafortunadamente, no hemos podido afrontar con eficiencia, porque nos resistimos a cambiar nuestros paradigmas de convivencia, a la altura de los tiempos. Es decir: “Todo el mundo quiere desarrollo económico, pero nadie quiere cambiar (cita del economista Paul Romer). Sí, es así, porque el desarrollo económico es el barómetro más reconocido para describir la situación en que se encuentra cada sociedad en particular, pero lo que resulta más grave aún es cuando este dogmático inmovilismo se observa marcadamente en un gran número de los profesionales, que tienen la ingente responsabilidad de dirigir y administrar las instituciones que conforman la estructura social de algunos de nuestros países, entre las que se destacan: la familia, la escuela, la iglesia, el gobierno y otras, que por su quehacer deben convertirse, con más arrojo, en agentes de cambio. Por consiguiente, para lograr que el cambio ocurra, es necesario que personas idóneas asuman con valentía, libertad, y claro compromiso la labor de propiciar condiciones progresistas, de acción administrativa y directiva. Así la competencia no se restringe solamente al comportamiento “per se”, como en el enfoque anterior en el tiempo, sino que forma otra referencia actualizada, la representación mental que permitiría comportamientos efectivos. Antes de decir cualquier cosa importante de cómo se comportan las personas, es necesario comprender, primeramente, las diferencias existentes en las representaciones mentales de las personas y de su mundo de percepción y comportamiento, adaptación de actitudes vitales ante el cambio, en cualquiera de sus manifestaciones. La posesión de altos niveles de excelencia es crucial en la promoción del cambio y la conquista de los objetivos trazados, lo que hace perentorio contar con un mayor número de profesionales competentes, revolucionarios y creadores, que inyecten dinamismo y propósito unitario para el desarrollo pedagógico y social “del Estado actual”, con énfasis en el conocimiento y el valor agregado. Por el contrario, si no logramos atraer el mejor profesional, al servicio del pueblo, sobre todo, el docente; esto es lo que se visualiza en la configuración de muchas de nuestras sociedades, del presente y del mañana, y créanme que es poco halagador. La promoción de tales supuestos, de compromiso y acción, son esenciales para el saneamiento integral y productivo del Estado, en todas sus ramificaciones estructurales. De lo contrario, estaremos como nación, fuera del juego, porque no seremos competitivos en el mundo globalizado de hoy. Un mundo que está condicionado en su desarrollo, significativamente por la gran explosión del conocimiento que nos estremece y que se recrea en la siguiente situación: En el mundo en que vivimos, una edición dominical del “New York Times” contiene más información, que la que hubiese visto en toda su vida un ciudadano inglés del siglo XVII.
En muchos de nuestros países, la escuela pública y la privada atraviesan por apremiantes necesidades de cambio en sus enfoques filosóficos, estructurales y programáticos, las cuales cada día son progresivamente más imperiosas y profundas en el colectivo y dejan al descubierto que los avances del cambio social, alcanzados en las últimas décadas, no se ajustan ni responden con probidad a los ofrecimientos de la escuela y otras instituciones educativas. Estas incongruencias hacen inevitable que, periódicamente, afloren a la palestra pública, conflictos y críticas constructivas sobre la cantidad de servicios deficientes que el estado ofrece a sus ciudadanos, a través de las dependencias gubernamentales. Esto es así, porque el mundo actual exige de nuestros educadores una nueva forma de pensar en la educación y la introducción de cambios metodológicos innovadores que respondan mejor a la realidad de los nuevos esquemas cognitivos que dominan en la sociedad, entre los que se destaca la explosión del conocimiento, en todas las disciplinas del saber, que se ilustra con el ejemplo siguiente: en la antigua Grecia, el que conociera un millón de datos, lo sabía prácticamente todo…mientras hoy día, es imposible saberlo todo, en una sola disciplina. Así mismo, nos parece prudente comentar lo que señala Thomas L. Friedman, en su libro “ La tierra es plana”[3], en el cual hace constar que los grandes cambios en la sociedad moderna, referentes a la tecnología de punta y la globalización, resultan buenos para los bien preparados, para los adaptables y flexibles, que saben adquirir habilidades nuevas, para los capaces de generar trabajos de mayor valor agregado y para los capaces de sobrevivir en un mundo de cambios acelerados; por el contrario, es malo para la gente que no puede renovar sus habilidades, para los que tienen dificultad para adaptarse, para los desplazados a labores de menor valor agregado y para los que son reubicados en lugares más baratos.
Gran parte de lo antes expuesto, es corolario de la deficiente instrucción que hemos recibido, a través de largos períodos históricos, con modelos anacrónicos, bajo la dirección de muchos de los líderes que han encauzado el desarrollo de nuestra sociedad, en sus diferentes componentes democráticos y pluralistas. Por lo tanto, es perentorio destacar lo importante y necesario que es el que comencemos a ver las cosas como son y no como quisiéramos que fueran, para así poder actuar con independencia, sin temor y con probidad. Tenemos que enfrentarnos, con valentía, a lo que somos y a lo queremos ser y mientras más pronto lo hagamos, mucho mejor será para todos, para que de una vez y por todas, surja la verdad y el propósito unitario en la conquista de la definición histórica, cultural y social, que armonice con nuestras limitaciones y virtudes. Este nuevo giro perceptivo de la realidad, nos llevará a comprender que el cambio verdadero surge de nosotros mismos, en consonancia con el esfuerzo y dedicación que demos a lo que hacemos y con el nivel de certeza que tengamos, en poner cada cosa en el lugar que le corresponde, teniendo muy presente nuestras actuales y particulares circunstancias geo-políticas y sociales, porque de lo contrario, estaremos condenados a seguir promoviendo la exclusión y la ignorancia colectiva, que se remonta a las postrimerías del siglo XIX y que se proyecta con más fuerza en el siglo XX y continúa en el presente y, quién sabe, si se recrudezca durante las próximas décadas.
No hay más que referirse a los grandes conflictos ideológicos, políticos y económicos, que hoy experimentan muchas de las naciones de América del Sur, Centro América, el Caribe y de otras partes del planeta, lo que hace cierto e indispensable que se modifiquen, a la mayor brevedad posible, los referentes históricos y los paradigmas del pasado, para que las nuevas generaciones asuman, con certeza y valentía, el destino de sus países. Al parecer, estamos todavía operando nuestros sistemas educativos y escuelas, con modelos de la segunda mitad siglo XX. Nuestro futuro, como sociedades progresistas y liberadas, depende, cada vez más, de la premura y la efectividad del cambio que efectuemos hoy, para el mañana. Todos unidos, con una agenda solidaria y definida, con un cambio social que tenga presente, aspectos tan importantes como el éxito o fracaso de diversos sistemas políticos, y fenómenos como la globalización, la democratización, el desarrollo y el crecimiento económico; así como, también, lo que algunos llaman: la “sociedad de la informática”.
Promoviendo el cambio
Es de suma importancia, para el bienestar del colectivo social, que sepamos afrontar, sin mayores prejuicios y sin miedo, lo aquí planteado. Somos nosotros los docentes, los que representamos las diferentes agencias e instituciones del estado y de las empresas privadas, los que tenemos la obligación ética y moral de provocar con nuestras actitudes el cambio hacia una mejor convivencia social, sostenida por las competencias personales y profesionales, que exhiban nuestros semejantes. Por lo tanto, tenemos que “enrollarnos las mangas”, sudar hasta llegar al cansancio, para crear y construir ahora, soluciones y respuestas atinadas, en consonancia con nuestras circunstancias históricas, sociales, políticas y económicas. Si bien es cierto que los primeros indicios de este mal suelen venir de la gente común, del ignorante, del excluido, de la sociedad a ser servida, de los que tienen las más profundas necesidades, no es menos cierto que el que sirve, que el que da y dirige, el que tiene la obligación moral de encaminar, desde perspectivas inteligentes y bien estudiadas, el desarrollo de una pedagogía social, creadora, activa y pertinente que conduzca a los objetivos universales de toda sociedad civilizada: una mejor vida individual y colectiva en el mundo globalizado y altamente tecnológico, al que pertenecemos. El que asume la responsabilidad de ofrecer los servicios, tiene también la obligación de reformar su quehacer al ritmo de los tiempos. No podemos hacer el presente con los métodos que utilizábamos en el pasado; menos aún, encauzar el futuro; tampoco tendremos un mañana mejor si no logramos adelantamos al presente, con visión futurística. .Siempre debemos mantener, dentro de nosotros, la posibilidad del cambio y nunca debemos ser prisioneros de las decisiones del pasado.
Tenemos que construir el porvenir, sin arrastrar los estamentos del pasado, como referencia dominante o absoluta. Un buen ejemplo sobre el particular son los lineamientos contra reformistas, que formulan un puñado de nuestros políticos simplistas e indolentes “en la región”, con esquemas del pasado, que no se ajustan a las grandes transformaciones que experimenta la cosmovisión globalizadora del mundo actual. Líderes políticos que, en la mayoría de los casos, representan la oposición al cambio, que tanto daño causan al progreso de nuestro hemisferio y del mundo. Hay que modificar nuestra percepción del presente, acercando cada vez más el futuro, para hacerlo parte de la actualidad. Es prioritario, entonces, plasmar en colectivo un hacer progresista y global “teórico y práctico” en concurrencia con el complejo mundo en que vivimos: dinámico, agresivo y altamente competitivo, en todo lo referente a la posesión del conocimiento. El cambio es consecuente y, por lo tanto, demanda una serie de acciones de adaptación y adecuación de las organizaciones y de las personas. El gran dinamismo de la sociedad actual exige el cambio en todo, a saber: En lo que piensan y cómo lo piensan, en cómo se administra, la manera de planificar, el diseño, la técnica de manufactura, el servicio y la manera de servir, las actitudes, los sistemas y herramientas de trabajo, la cultura y los valores.
Hay que aprender a trabajar para el cambio y ejecutarlo, cuantas veces sea necesario, a fin de obtener las mejores respuestas. El miedo a lo desconocido trae el anquilosamiento y el deterioro de lo que tenemos y de lo que hacemos, mientras que, por el contrario, el arrojo y la creatividad, producen efectos positivos para todos, siempre y cuando los mismos estén formulados y dirigidos por premisas amplias y libres de todo prejuicio excluyente. Ante esta realidad, es fundamental el desarrollo de la ciencia en nuestros países, el cual es un paso necesario para enriquecer la cultura y que, a la vez, permite a los ciudadanos desarrollar la habilidad de razonar y de resolver los problemas; además, es un elemento esencial para fortalecer la educación, a todos los niveles.
Nuestra realidad educativa
En la mayoría de las ocasiones, resultan ciertos y consistentes los comentarios que se leen y se oyen, acerca de lo mal que anda la educación, el deterioro por el que pasa nuestro sistema educativo en todos los frentes, el frustrante descenso en el progreso cognoscitivo de nuestros alumnos, las grandes deficiencias de un gran número de nuestros docentes, la mala calidad de vida que se vive en nuestras comunidades, las erradas respuestas que hacen suyas muchos hombres y mujeres, ante los problemas más burdos, la pobre planificación (desorden y organización social), el grave problema del medio ambiente y sobre todo, el incontrolable calentamiento de la tierra; el ciego sometimiento a la mediocridad, la falta de dirección y de libertad, el miedo a la autoridad hueca, la exclusión, la rigidez y la falta de voluntad para la acción correctiva, que le imponen los gremios a los asociados y otros males generales que convierten el problema en uno grave y profundo que tenemos que afrontar, sin la menor dilación. No es claudicando a la inacción o con la marginación pasiva, que vamos a resolver los grandes problemas sociales que nos atormentan, ni como lo hace un gran sector de la población, con actitudes excluyentes; tampoco, como los que se manifiestan con la más simplista agresividad irracional, ante las adversidades más sencillas. Hay que encauzar una mejor dirección y planificación social, en todos los frentes, porque de lo contrario, nunca saldremos del atolladero, de la mediocridad y de la porquería en la que estamos tan miserablemente sumergidos. En algunos de nuestros países, resulta vergonzoso y agobiante ser testigo de lo que sucede, día a día, en todos los órdenes de la vida privada, pública y plural; sobre todo, porque las reformas que hemos realizado, en gran parte de ellos, nos han llevado a una marcada desilusión, lo que nos obliga a replantearnos la búsqueda e incorporación de nuevos modelos pedagógicos de cambio y desarrollo social. A tales fines, me parece oportuno que estudiemos, analicemos y adoptemos, en nuestros centros educativos, el brillante y exitoso modelo pedagógico de las escuelas finlandesas, donde los alumnos obtuvieron las puntuaciones medias más altas, por país, en lectura y ciencias en el examen de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), administrado en el año de 2003, en los que los alumnos finlandeses se ubicaron por encima de los otros cuarenta países que fueron evaluados, en lectura y ciencia.[4] Ellos atribuyen su éxito a los siguientes factores:
1. Los maestros se encuentran entre los mejores capacitados del mundo. Las universidades aceptan sólo a uno de cada siete solicitantes de los puestos docentes, rigor selectivo aún mayor que el aplicado a los aspirantes a abogados y médicos.
2. Los maestros disfrutan de un alto grado de autonomía. Los profesores tienen libertad de utilizar los métodos de enseñanza que prefieran, elaborar los planes de estudios para sus grupos de alumnos y elegir los libros de texto para los cursos o no utilizar ninguno.
3. No se utilizan formas estandarizadas de evaluación. Los críticos finlandeses afirman que los exámenes generan inútiles presiones de tiempo y perjudican a los alumnos que quieren aprender a su manera.
4. Se enseña a los estudiantes a autoevaluase. Esto los ayuda a hacerse responsables del trabajo que realizan, y cuando asumen la responsabilidad, trabajan con más libertad.
5. Se fomenta en los alumnos el trabajo independiente. Se motiva a los estudiantes a que busquen información por su cuenta, y no sólo en los libros de texto; así se aprende mejor. Los profesores casi nunca dan la clase.
6. El ambiente escolar es flexible y tolerante. No se obliga al alumno, antes de que empiecen las clases, y no hay toque de campana que marque el principio y el final de la misma.
7. Los alumnos de lento aprendizaje reciben apoyo especial. Para cada uno de ellos se crea un programa individual, orientado hacia metas alcanzables: primero, sencillamente asistir a clases; luego, llegar a tiempo, llevar los libros y así, sucesivamente.
Los componentes vitales
Cuando hablamos de la escuela “educación formal en todos los niveles” es preciso distinguir cada uno de los dos componentes angulares que conforman la institución educativa: los educandos y lo educadores, con el personal administrativo de apoyo, para que así la percepción de la realidad sea global y funcional. Cada uno de ellos tiene funciones específicas y responsabilidades, dirigidas a un fin común: alcanzar la excelencia en la formación de actitudes y competencias cognitivas en los ciudadanos, para el mejor y más completo desarrollo social del país a corto, mediano y, largo plazo. La labor que realiza cada uno de dichos componentes, determinará, a su vez, el nivel de ejecución de los subordinados que atiende, ya que sus acciones afectan, en alguna manera, a las diversas formas de convivencia del grupo social. No obstante, las tareas y competencias pedagógicas de cada uno de ellos, tienen que ser eficientes e innovadoras para así lograr los objetivos sociales establecidos. Si por fortuna, las actitudes y competencias profesionales y las guías y códigos de orientación de los que participan en el proceso pedagógico están concebidos en armonía con la realidad social y cultural, el esfuerzo será más fecundo y de provecho para el colectivo en general. Esto tiene que estar acompañado, necesariamente, de un sustantivo conocimiento “teoría y praxis” de las habilidades esenciales para funcionar con excelencia en el mundo funcional y global.
El educando y el docente
Todo estudiante (tanto el de antes como el de ahora) tiene el deber de realizar sus tareas escolares al máximo de sus capacidades, con la más completa voluntad y dedicación. En este sentido, lo definía ya Platón diciendo:” la educación consiste en proporcionar al cuerpo y al alma toda la percepción y belleza de que son susceptibles”. Además, tiene que comprender que es parte indelegable de su responsabilidad, buscar la colaboración de sus pares, de sus padres y de otros, para fortalecer y ampliar las experiencias y destrezas que les proveen los docentes. Sólo así, con una visión integral, podrá adquirir las competencias necesarias para convertirse en un ciudadano productivo y de bien para el colectivo. Tiene, también, la obligación de redondear y ampliar los conocimientos que recibe en el aula procurando sumar experiencias gratificantes y enriquecedoras de su contexto socio- cultural, como lo son la Internet y otros medios tecnológicos e informativos exposición que lo ayudará, de manera continua e individual, a lograr su más completo crecimiento, desarrollo y maduración; infinidad de actividades humanas esenciales en lo que logre cada cual construir para sí, como complemento de las experiencias cognitivas que recibe en los centros docentes formales. La carencia de esta actitud en una gran porción de nuestros alumnos, nos causa grandes problemas en todo lo referente al proceso de enseñanza-aprendizaje. Para conseguir cambios positivos en los educandos, tenemos que dejar atrás y rebasar la otra pedagogía, la negativa, la antivalores, para lograr reformular una pedagogía, basada en las competencias que exige nuestro tiempo.
Es deber primario del docente, ser un verdadero agente de cambio, con la acción y el ejemplo. El maestro, además, tiene el deber de realizar el acto de enseñar, en la forma más completa y profesional posible, y tiene que poseer una clara convicción de la gran responsabilidad que asume para con su comunidad, su nación y el mundo. Esto coincide con lo que dijo, en el siglo pasado, el excelente educador puertorriqueño Eugenio María de Hostos y Bonilla: “El maestro prepara hombres para la familia, para la patria y para la humanidad”.
En lo que se refiere a la competencia, en particular, dos teorías modernas: la “Teoría del desempeño” y la “Teoría de la Competencia”, presentadas por Chomsky, constituyen nuevos apoyos para examinar el asunto. La descripción de la representación mental de la persona, en cierto dominio del conocimiento, es llamada la “Teoría de la Competencia”.[5] .
No podemos, en nuestro tiempo, bajo ninguna circunstancia, darnos el lujo de permitir que situaciones simples, dentro de la complejidad de sobrevivir, como la falta de material didáctico, las pobres facilidades físicas del aula, estimulen la deficiencia y la dejadez, cosas las cuales nunca deben ser tomadas como excusas para no rendir la labor esperada. Tampoco las regulaciones que los convenios gremiales le imponen a su matrícula, las que hacen poco posible que el educador se desempeñe con probidad y soltura, lo que se convierte en un marco de hierro inflexible y absurdo que hay que objetar con la más contundente acción, porque se le priva de la libertad de ser. Nada es rígido, absoluto ni final en el escenario de la vida, excepto la muerte. En verdad, al buen maestro nada le debe limitar la realización de una gestión de excelencia. Su vocación y deseo de hacerlo bien deben superar, sin mucha dificultad, casi todos los inconvenientes, propios de la vida en comunidad. El maestro es el profesional que tiene como función primaria transformar la conducta y la capacidad cognoscitiva, las destrezas y las actitudes de los estudiantes, grupo significativo de la sociedad, pero sólo será eficiente si, además de poseer excelentes competencias personales y profesionales, es capaz de adaptar su expresión epistemológica y pedagógica a los grandes cambios sociales que experimentamos hoy.
Tiene el docente en su proceder competitivo y progresista, el futuro de su nación. Su hacer social y cultural no tiene comparación, sin importar que en muchos lugares un gran sector “inculto e indolente” de la población no le adjudique ni reconozca el valor real que le corresponde. Al fin y al cabo, esto no les hace falta a los que educan con vocación, compromiso, amor y sacrificio, porque se estimulan intrínsicamente del hecho irrefutable de saber que ejercen la profesión más importante de todas las que suele experimentar ser humano alguno. Por fortuna, no son los menos, los comprometidos con esta misión ya que inferimos, por el hecho de existir, que todo lo importante es complejo, poco apreciado y menos remunerado; especialmente, en algunas de nuestras sociedades tan profundamente materialistas y prácticas como la mía, en Puerto Rico, donde un gran sector de la población piensa que se vale por lo que se tiene, y casi nunca se dice que se vale por lo que se es y por lo que se hace. Expresión que confirma que la concepción cuantitativa de la realidad, predomina cada vez con más fuerza sobre la visión cualitativa, en un sector amplio del pueblo; es decir, un claro predominio de lo material sobre lo no material, de lo simple sobre lo complejo. En definitiva, el maestro es importante y vale por lo que realiza y no por lo que recibe, ya que es el conector entre el individuo y el medio ambiente, en la configuración de la existencia: la formación integral del ser humano, en armonía con su realidad, su entorno geográfico, cultural y social. Más aún, cuando se pierde de perspectiva que su deber es facilitar, descubrir y construir las respuestas que nos faciliten la existencia, en todos los planos de la convivencia humana. Además, debe estar comprometido con la verdad y estimular a los otros para que entiendan y construyan la suya, para que al final del camino sean activos, libres, productivos y felices. Misión difícil y delicada, que hace imprescindible que el educador de esta época tenga dominio de un sinnúmero de competencias[6] didácticas para lograr alcanzar los mejores resultados. Entre éstas, se destacan las siguientes: para organizar un contexto; para formular preguntas; para variar la situación de estímulo; para conducir la síntesis y cómo lograrla; para ilustrar con ejemplos; para propiciar la retroalimentación (feedback); para emplear refuerzos; para favorecer experiencias integradas de aprendizaje; para facilitar la comunicación y para que nos concienciemos de que nuestro rol académico necesita, en la actualidad, de un pluralismo no limitado a instruir y disciplinar. De igual manera, es vital para lograr que este docente sea dueño de una concepción progresista, humanista, constructivista y cognoscitiva, para que pueda construir con la competencia esperada los mejores esquemas pedagógicos, para la formación de un alumno competente y comprometido con el conocimiento, para de este modo, contar con el mejor gestor en la promoción del cambio social que es imprescindible, y, sobre todo, para enfrentarnos al futuro, con mayor posibilidad del éxito. Es importante mantenerse al día, capacitados, informados y conectados; así también, es importante lograr la flexibilidad para adaptarse a sistemas de trabajos distintos. Además, resulta imprescindible el dominio de más de un idioma, ser dueño de una cultura de calidad y del manejo de herramientas tecnológicas.
Recomendaciones generales
Para finalizar, nos permitimos enumerar seguidamente algunos consejos para mejorar la calidad de los esquemas pedagógicos y, por consiguiente, el desarrollo social de nuestros países. Es fundamental que en este tiempo de cambios sociales acelerados, se le provea al docente y demás miembros del sistema educativo, de experiencias que los capaciten para afrontar los mismos. Esto sólo es posible lograrlo si se efectúan cambios drásticos en la formación del docente, en lo referente al desarrollo de competencias:
1. de conocimiento y sensibilidad sobre otras culturas
2. para expresarse en varios idiomas.
3. para reconocerse como ciudadano de un mundo globalizado.
4. para pensar y actuar, interdisciplinariamente.
5. para procesar, interpretar, validar y actuar, respecto a la gran cantidad de información que se recibe constantemente.
6. para desarrollar relaciones interpersonales que permitan la comunicación efectiva y el trabajo multidisciplinario.
7. para el desarrollo de las ciencias.
8. para reconocer que en el desempeño de sus tareas se convierte en artífice del futuro.
9. para crear nuevas estrategias en la formación de una sociedad, que pueda dar el verdadero salto al conocimiento.
10. para promover estudios sobre multicontextualidad a fin de desarrollar mejores técnicas y estrategias pedagógicas.

Referencias
Brophy, J. E., & Good.T.L. Teacher-students relationships: Causes and consequences. Holt, Rinehart & Winston. New York, 1974.
Dunking, M. J., & Biddle, B.J. The study of teaching. Holt Rinehart and Winston. New York, 1974.
Hunte, M. Mastery teaching. El Segundo. CA: TIP Publication , 1982.
Esteves, J .M. Profesores en conflicto. Nancea. Madrid, 1984.
Friedman, T. L. La tierra es plana. Editorial Martínez Roca, S.A., Barcelona, España, 2006.
Jaim Etcheverry, Guillermo. La tragedia educativa. Fondo de Cultura Económica, Argentina, 1999.
Marcelo, C. Formación del profesorado para el cambio social. P.P.U. Barcelona, España, 1994.
www2.edtrust.org/ edtrust

[1] El Dr. Modesto Ñeco Quiñones es catedrático de la Escuela de Educación de la Universidad del Turabo en Gurabo, Puerto Rico. Enseña en el Programa Graduado el curso de Teorías del aprendizaje y en el Programa Subgraduado el curso de Fundamentos de la educación. Su dirección electrónica es mnecoq@hotmail.com
[2] Ponencia a presentarse en el VIII Encuentro Internacional y XIX Nacional de Educación y Pensamiento a realizarse en Aruba el 4 de mayo de 2007.
[3] El autor describe las fuerzas que han desatado la globalización en los últimos tiempos. Las estructuras económicas, comerciales y políticas están pasando a ser rígidamente verticales a ser francamente horizontales; es así como el mundo se está “aplanando”.
[4] www2.edtrust.org/edtrust
[5] Withall,J. & W. Lewis. Social Interaction in the Classroom.In Handbook of Research on Teaching. 1971.
[6] Manifestaciones de comportamiento de conocimiento, habilidades, actitudes, sentimientos y valores generalmente requeridos para desempeñar con éxito en un predeterminado nivel de perfección una tarea o un conjunto de tareas.
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