Dr. Modesto Ñeco Quiñones[1]
                                                                                                                                                                  “El progreso consiste en   el cambio”                                                                                                                                                                                               Miguel de Unamuno
El cambio  social  y su impacto en una pedagogía basada en las competencias[2]
Los cambios sociales no surgen al azar o por inacción, más bien son el  resultado de la capacidad creadora y del deseo de superación que tienen los seres humanos. Esto obedece a   la ley de la física,  que señala que toda la materia se transforma, en consonancia con el  transcurrir del tiempo. El cambio es lo único permanente y, por lo tanto, demanda una serie de acciones y adecuación de las organizaciones y de las personas, pero  a pesar  de  que todos  contamos  con  ese potencial natural, hay   un gran sector del mundo occidental que,  por circunstancias adversas, no funciona como es de esperar, cuando  nos referimos a   la  promoción   del  cambio social,  en  gran parte de la humanidad, en el siglo XXI,  especialmente en nuestras actuales instituciones educativas que  han sido afectadas por la acción de un profundo y acelerado  cambio social, a saber: los distintos elementos que conforman los aspectos políticos, económicos, religiosos,  educativos y tecnológicos; los nuevos modelos de las relaciones humanas “multicontextualidad, la familia”,  responsables de generar problemas y desatinos en algunas de  nuestras sociedades, como resultado de  la globalización;  la tecnología de punta,  el    consumismo  sin control,  el materialismo bestial, los altos niveles de corrupción, el  analfabetismo funcional, la brecha digital y los nuevos marginados,  la criminalidad rampante, la demagogia dominante,  los altos niveles de desempleo, la alta tasa de  divorcios, la marcada  anarquía política y los bajos   niveles de aprovechamiento cognitivo  de la población estudiantil, en todos los niveles de enseñanza  entre otros,   que son los que  suelen preocuparnos  más a nosotros los docentes.  Actitudes y formas colectivas de convivencia que son, en gran medida, responsables de todos estos males,  y que, desafortunadamente, no  hemos podido afrontar con eficiencia, porque nos resistimos a   cambiar nuestros paradigmas de convivencia, a la altura de los tiempos. Es decir: “Todo el mundo quiere desarrollo económico, pero nadie quiere cambiar (cita del economista Paul Romer). Sí, es así, porque  el desarrollo económico es el barómetro más reconocido para describir la situación en que se encuentra  cada sociedad en particular, pero   lo que  resulta más grave aún  es  cuando este dogmático inmovilismo se observa marcadamente en un gran número de    los profesionales,  que tienen la ingente responsabilidad de dirigir y administrar las  instituciones que  conforman la estructura social de algunos de  nuestros países, entre las que  se destacan: la familia, la escuela, la iglesia, el gobierno y otras,  que por su quehacer  deben convertirse, con más arrojo,   en  agentes de cambio. Por consiguiente, para lograr que el cambio ocurra, es necesario que personas idóneas asuman con valentía, libertad,  y claro  compromiso    la labor de propiciar  condiciones progresistas, de acción administrativa y directiva. Así la competencia  no se restringe solamente al comportamiento “per se”, como en el enfoque anterior en el tiempo, sino que forma otra referencia actualizada, la representación mental que permitiría comportamientos efectivos. Antes de decir cualquier cosa importante de cómo se comportan las personas, es necesario comprender, primeramente, las diferencias existentes en las representaciones mentales de las personas  y de su mundo de percepción y comportamiento,  adaptación  de actitudes vitales  ante el cambio, en cualquiera de sus manifestaciones.    La posesión de altos niveles de excelencia es crucial en la promoción del cambio y  la  conquista de los objetivos trazados, lo que  hace perentorio contar con un mayor número de  profesionales competentes, revolucionarios  y creadores, que inyecten  dinamismo y  propósito unitario para el   desarrollo  pedagógico y social “del Estado actual”, con énfasis en el conocimiento y el valor agregado.    Por el contrario, si  no logramos atraer el mejor profesional, al servicio del pueblo, sobre todo, el docente; esto es      lo que se visualiza en la configuración de muchas de nuestras sociedades,  del  presente  y del mañana,  y créanme que  es  poco halagador.  La promoción de  tales supuestos,  de compromiso y  acción,   son esenciales  para el saneamiento integral y productivo   del Estado, en todas sus ramificaciones estructurales. De lo contrario, estaremos como nación, fuera del juego, porque no seremos competitivos en el mundo globalizado de hoy. Un mundo que está condicionado en su desarrollo, significativamente por la gran explosión del conocimiento que nos estremece y  que se  recrea en la siguiente situación: En el mundo en que vivimos, una edición  dominical  del “New York Times” contiene más información, que la que hubiese visto en toda su vida un ciudadano inglés del siglo XVII.
En muchos de nuestros países, la escuela pública y la privada  atraviesan por apremiantes necesidades de cambio en sus enfoques filosóficos,  estructurales y programáticos, las  cuales     cada día son progresivamente más imperiosas y  profundas en  el colectivo y dejan al descubierto que los avances del cambio social,   alcanzados  en las últimas décadas, no se ajustan ni responden con probidad a los ofrecimientos de  la escuela y  otras  instituciones educativas.  Estas incongruencias  hacen  inevitable  que, periódicamente, afloren  a la palestra pública, conflictos   y  críticas constructivas sobre la cantidad de   servicios deficientes    que el estado ofrece a sus ciudadanos,  a través de  las dependencias gubernamentales.  Esto es así, porque el mundo actual  exige de nuestros educadores  una nueva forma de pensar en la educación  y la introducción de cambios metodológicos innovadores que  respondan   mejor a  la realidad  de los nuevos esquemas cognitivos que dominan en la sociedad, entre los que se destaca  la explosión  del conocimiento, en todas las disciplinas del saber, que se ilustra con el ejemplo siguiente: en la antigua Grecia, el que conociera un millón de datos, lo sabía prácticamente todo…mientras hoy  día, es imposible saberlo todo, en una sola disciplina.  Así mismo, nos parece prudente comentar lo que señala Thomas L. Friedman, en su libro “ La tierra es plana”[3], en el cual   hace constar  que los grandes cambios  en la sociedad moderna, referentes a la  tecnología de punta  y   la globalización, resultan buenos para los bien preparados, para los adaptables y flexibles, que saben adquirir habilidades nuevas, para los capaces de generar trabajos de mayor valor agregado y para los capaces de sobrevivir en un mundo de cambios acelerados; por el contrario, es malo para la gente que no puede renovar sus habilidades, para los que tienen dificultad para adaptarse, para los desplazados a labores de menor valor agregado y para los que son reubicados en  lugares más baratos.
 Gran parte de  lo antes expuesto, es corolario  de la deficiente instrucción que hemos recibido, a través de largos períodos históricos, con modelos anacrónicos,  bajo la dirección    de muchos de los líderes  que han encauzado  el desarrollo de   nuestra sociedad, en sus diferentes componentes   democráticos y pluralistas.   Por lo tanto, es perentorio  destacar lo  importante y necesario   que  es el que comencemos a ver las cosas como son y  no como quisiéramos que fueran, para así poder actuar con independencia,  sin temor y con probidad.  Tenemos que enfrentarnos, con valentía, a lo que somos y a  lo queremos ser y mientras más pronto lo hagamos, mucho mejor será para todos, para que  de una vez y  por todas,   surja la verdad  y el propósito unitario en la conquista de la definición  histórica,  cultural y social,  que armonice   con   nuestras limitaciones y virtudes. Este nuevo  giro perceptivo de la realidad,  nos llevará a comprender que el cambio  verdadero surge de nosotros mismos, en consonancia con el esfuerzo y dedicación  que demos a lo que hacemos y con el  nivel de certeza que tengamos, en poner cada cosa en el  lugar que le corresponde, teniendo  muy presente   nuestras actuales y  particulares  circunstancias geo-políticas y  sociales, porque de lo contrario, estaremos condenados a seguir promoviendo la exclusión y la ignorancia colectiva, que se remonta a las postrimerías del siglo XIX  y que se proyecta  con más fuerza en el siglo XX y continúa en el   presente  y, quién sabe, si   se recrudezca  durante las próximas décadas.
No hay más que referirse  a  los grandes conflictos ideológicos, políticos y económicos, que hoy experimentan muchas de las naciones de América del Sur, Centro América,   el Caribe y de  otras partes del planeta, lo que hace cierto e  indispensable que  se modifiquen, a la mayor brevedad posible,  los referentes históricos y  los paradigmas  del pasado, para   que   las nuevas generaciones asuman,  con certeza y valentía,  el destino  de sus países.  Al parecer, estamos todavía operando nuestros sistemas educativos y escuelas, con  modelos de la segunda mitad siglo XX.    Nuestro futuro, como sociedades progresistas y liberadas,  depende, cada vez más,  de la premura y  la efectividad  del cambio que efectuemos hoy, para el mañana. Todos unidos,  con una agenda solidaria y definida, con un cambio social que  tenga presente,  aspectos tan importantes como el éxito o fracaso de diversos sistemas políticos,  y fenómenos como la globalización, la democratización, el desarrollo y el crecimiento económico;  así como, también, lo que algunos llaman: la “sociedad de la informática”.
Promoviendo el  cambio
Es de suma importancia, para el bienestar del colectivo social, que sepamos afrontar, sin mayores prejuicios y sin miedo, lo aquí planteado.  Somos  nosotros los docentes, los  que representamos  las diferentes agencias e  instituciones del estado  y de las   empresas privadas, los que   tenemos la obligación ética y  moral   de provocar con nuestras actitudes  el cambio hacia una mejor convivencia social, sostenida por las competencias personales y profesionales, que exhiban nuestros semejantes.   Por lo tanto,   tenemos  que “enrollarnos  las mangas”,  sudar  hasta llegar al cansancio,  para crear y  construir  ahora, soluciones y respuestas atinadas,  en consonancia  con nuestras circunstancias  históricas, sociales, políticas y económicas. Si bien es cierto que los primeros indicios de este mal suelen venir de la gente  común, del ignorante, del excluido,   de la sociedad a ser servida, de los que tienen las más profundas necesidades,  no es menos cierto que el que sirve, que  el que da y dirige, el que  tiene la obligación moral de encaminar, desde  perspectivas inteligentes y bien estudiadas,  el desarrollo de una pedagogía social, creadora, activa y pertinente  que conduzca a los objetivos universales de toda sociedad civilizada: una mejor vida individual y  colectiva en el mundo globalizado y altamente tecnológico, al que pertenecemos.  El que asume  la responsabilidad de ofrecer los servicios, tiene también la obligación de reformar su quehacer al ritmo de los tiempos. No podemos hacer el presente con los métodos que utilizábamos en el  pasado; menos aún, encauzar el futuro; tampoco tendremos un mañana mejor si no logramos adelantamos al presente, con visión futurística. .Siempre debemos mantener, dentro de nosotros, la posibilidad del cambio y  nunca debemos ser prisioneros de las decisiones del pasado.
Tenemos que construir  el porvenir,  sin  arrastrar los estamentos del pasado, como referencia dominante o absoluta.  Un buen ejemplo sobre el particular son  los lineamientos contra reformistas,  que formulan  un puñado de nuestros políticos simplistas e  indolentes “en la región”,   con esquemas    del pasado, que no se ajustan a las grandes transformaciones  que experimenta  la cosmovisión globalizadora del  mundo actual.  Líderes  políticos que, en la  mayoría  de los casos, representan la oposición  al cambio, que tanto daño causan  al progreso de nuestro hemisferio y del mundo.  Hay que modificar nuestra percepción del presente, acercando  cada vez más  el futuro, para hacerlo parte de la actualidad. Es prioritario, entonces,  plasmar  en  colectivo    un hacer  progresista y global “teórico y práctico” en concurrencia  con el complejo  mundo  en que vivimos: dinámico, agresivo y altamente competitivo, en todo lo referente a la posesión del conocimiento.  El cambio es  consecuente y, por lo tanto, demanda una serie de acciones de adaptación y adecuación de las organizaciones y de  las personas. El gran dinamismo de la sociedad actual exige el cambio en todo, a saber: En  lo que piensan y cómo lo  piensan,  en cómo se administra,  la manera de planificar,  el diseño,  la técnica de manufactura, el servicio y la manera de servir,  las actitudes,  los sistemas y herramientas de trabajo, la  cultura y  los valores.
 Hay  que aprender a trabajar para el cambio y  ejecutarlo,  cuantas veces sea necesario, a fin de   obtener las mejores respuestas. El miedo a lo desconocido trae  el anquilosamiento y el  deterioro de lo que tenemos y de lo  que hacemos, mientras  que, por el contrario, el  arrojo y la creatividad, producen   efectos positivos para todos, siempre y cuando los mismos   estén  formulados y dirigidos  por  premisas  amplias  y  libres de todo prejuicio excluyente. Ante esta realidad, es fundamental  el desarrollo de la ciencia en nuestros países,  el cual es  un paso necesario para enriquecer la cultura y que, a la vez, permite a los ciudadanos desarrollar la habilidad de razonar y de resolver los problemas; además, es un elemento esencial para fortalecer la educación, a todos los niveles.
Nuestra realidad educativa
En la mayoría de las ocasiones, resultan ciertos   y consistentes los comentarios que se leen y se oyen,  acerca de  lo mal que anda la  educación, el deterioro por el que  pasa nuestro sistema educativo en todos los frentes, el frustrante descenso  en el  progreso cognoscitivo de nuestros alumnos, las grandes deficiencias de un gran número de nuestros docentes, la mala calidad de vida que se vive en nuestras comunidades, las erradas respuestas  que    hacen suyas muchos hombres y mujeres,  ante los problemas más burdos, la pobre planificación (desorden y organización social), el grave problema del medio ambiente   y sobre todo, el incontrolable calentamiento de la tierra; el  ciego sometimiento a la mediocridad, la falta de dirección y de  libertad, el miedo a la autoridad hueca, la exclusión,  la rigidez y la  falta de voluntad para la acción correctiva,  que le imponen los gremios a los asociados y otros males  generales  que convierten el    problema en  uno  grave y profundo que tenemos que afrontar, sin la menor  dilación. No es claudicando a la inacción o con  la marginación pasiva, que vamos a resolver los  grandes   problemas sociales que nos atormentan, ni como lo hace un gran  sector  de la población, con actitudes excluyentes; tampoco, como los que  se manifiestan con la más simplista agresividad irracional, ante las adversidades más sencillas. Hay que encauzar una mejor dirección y planificación social, en todos los frentes, porque  de lo contrario, nunca saldremos del atolladero,  de la mediocridad y de la porquería  en la  que estamos tan miserablemente sumergidos.  En algunos de nuestros países, resulta  vergonzoso y agobiante ser testigo de  lo que  sucede, día a día, en todos los órdenes de la  vida privada, pública y plural;  sobre todo, porque las reformas  que hemos realizado, en gran parte de ellos,   nos han llevado a una marcada desilusión, lo  que nos obliga a replantearnos la búsqueda  e incorporación  de nuevos modelos pedagógicos  de cambio y desarrollo social. A tales fines, me parece oportuno que  estudiemos,  analicemos  y  adoptemos, en nuestros centros educativos,  el brillante y  exitoso  modelo pedagógico  de  las escuelas finlandesas, donde los alumnos obtuvieron las puntuaciones medias más altas, por país, en lectura y ciencias en el examen de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), administrado  en  el año de  2003, en los que los alumnos finlandeses se ubicaron  por encima de los otros cuarenta países que fueron evaluados, en lectura y ciencia.[4]  Ellos atribuyen su éxito  a los siguientes factores:
1.      Los maestros se encuentran entre los mejores capacitados del mundo. Las universidades aceptan sólo a uno de cada siete solicitantes de  los puestos docentes, rigor selectivo aún mayor que el aplicado a los aspirantes  a abogados y médicos.
2.      Los maestros disfrutan de un alto grado de autonomía. Los profesores tienen libertad de utilizar los métodos de enseñanza que prefieran, elaborar los planes de estudios para sus grupos de alumnos y elegir los libros de texto para los cursos o no utilizar ninguno.
3.      No se utilizan  formas estandarizadas de evaluación.  Los críticos finlandeses afirman que los exámenes generan inútiles presiones de tiempo y perjudican a los alumnos que quieren aprender a su manera.
4.      Se enseña a los estudiantes a autoevaluase. Esto los ayuda a hacerse responsables del trabajo que realizan, y cuando asumen la responsabilidad, trabajan con más libertad.
5.      Se fomenta en los alumnos el trabajo independiente. Se motiva a los estudiantes a que busquen información por su cuenta, y no sólo en los libros de texto; así se aprende mejor. Los profesores casi nunca dan la clase.
6.      El ambiente escolar es flexible y tolerante. No se obliga al alumno, antes de que empiecen las clases, y no hay toque de campana que marque el principio y el final  de la misma.
7.      Los alumnos de lento aprendizaje reciben apoyo especial. Para cada uno de ellos se crea un programa individual, orientado hacia metas alcanzables: primero, sencillamente asistir a clases; luego, llegar a tiempo, llevar los libros y así, sucesivamente.
Los componentes vitales
Cuando  hablamos de la escuela  “educación formal en todos los niveles”  es preciso distinguir   cada uno de  los dos componentes angulares que conforman la institución educativa: los educandos  y lo educadores, con el personal administrativo de apoyo, para que así la percepción de la realidad sea  global y funcional. Cada uno de ellos  tiene funciones específicas y responsabilidades,  dirigidas a un fin común: alcanzar la excelencia en la formación de actitudes y competencias cognitivas en los ciudadanos, para el  mejor  y más completo desarrollo social  del país  a corto, mediano  y, largo plazo. La labor que realiza cada uno de dichos componentes,    determinará,  a su vez,    el nivel de ejecución de los   subordinados que atiende, ya que sus acciones afectan, en alguna manera, a las diversas formas de convivencia del grupo social.  No obstante,  las tareas y competencias pedagógicas  de cada uno de ellos,  tienen que ser eficientes e innovadoras para así  lograr los objetivos sociales  establecidos.  Si por fortuna, las actitudes y  competencias profesionales y   las guías y códigos de  orientación de los que participan en el proceso pedagógico     están concebidos en armonía con la  realidad social y cultural,  el esfuerzo será más  fecundo y de provecho para el colectivo en general. Esto tiene que estar acompañado, necesariamente, de un sustantivo conocimiento “teoría y praxis”  de las  habilidades esenciales  para funcionar con excelencia en el mundo  funcional  y global.
El  educando  y el  docente 
Todo  estudiante (tanto el  de antes  como el de ahora)  tiene el deber de realizar sus tareas escolares  al máximo de sus capacidades, con la más completa voluntad y dedicación.  En este sentido, lo definía ya Platón diciendo:” la educación consiste en proporcionar al cuerpo y al alma toda la percepción y belleza  de que son susceptibles”.   Además,  tiene que comprender que es parte indelegable  de su responsabilidad, buscar la colaboración de sus pares, de sus  padres y  de otros, para fortalecer y ampliar las experiencias y destrezas que les proveen los docentes. Sólo así,   con una  visión integral, podrá  adquirir las competencias  necesarias para convertirse  en un ciudadano productivo y de bien para el colectivo.  Tiene, también,  la obligación de redondear y ampliar los conocimientos que recibe en el aula procurando sumar experiencias gratificantes y enriquecedoras de  su contexto socio- cultural, como lo son la Internet y otros medios tecnológicos e informativos   exposición que lo ayudará,  de manera continua e  individual, a     lograr su más completo crecimiento, desarrollo y maduración; infinidad   de actividades humanas    esenciales    en lo que logre cada cual  construir  para sí, como  complemento de las experiencias  cognitivas   que recibe  en los centros docentes formales. La carencia de  esta actitud en una gran porción de nuestros alumnos, nos causa grandes problemas en todo lo referente al proceso de enseñanza-aprendizaje. Para  conseguir cambios positivos en los educandos,   tenemos que dejar atrás  y rebasar  la otra pedagogía, la negativa, la antivalores, para lograr reformular  una pedagogía,  basada en las competencias que exige nuestro tiempo. 
    Es  deber primario del docente,  ser  un verdadero agente de cambio, con la acción y el ejemplo.    El  maestro, además,  tiene el deber de realizar el acto de enseñar, en la forma más completa y profesional posible, y tiene que  poseer una clara convicción de la gran  responsabilidad que asume  para con  su comunidad, su nación  y el mundo. Esto  coincide  con lo que dijo,  en el siglo pasado, el excelente educador puertorriqueño Eugenio María  de Hostos y Bonilla: “El maestro prepara hombres para la familia, para la patria y para la humanidad”.  
En lo que se refiere a la competencia, en particular, dos teorías modernas: la “Teoría del desempeño” y la “Teoría de la Competencia”, presentadas por Chomsky, constituyen nuevos apoyos para examinar el asunto. La descripción de la representación mental de la persona, en cierto dominio del conocimiento, es llamada la “Teoría de la Competencia”.[5] .
 No podemos, en nuestro tiempo, bajo ninguna circunstancia,  darnos el lujo de permitir que situaciones  simples, dentro  de la complejidad de sobrevivir,  como  la falta de material didáctico, las  pobres facilidades  físicas del aula, estimulen la deficiencia y la dejadez, cosas   las   cuales  nunca  deben ser tomadas como excusas para no rendir la labor esperada. Tampoco  las regulaciones  que los convenios gremiales  le  imponen a su matrícula,  las  que hacen poco  posible que el educador se desempeñe con probidad y soltura, lo que se convierte  en un  marco de hierro inflexible y  absurdo que  hay que objetar con la más  contundente  acción, porque se  le priva de la  libertad de ser.   Nada es rígido, absoluto ni  final en el escenario de la vida, excepto la muerte.   En verdad, al buen  maestro nada le  debe  limitar la realización  de  una gestión de excelencia. Su vocación y deseo de hacerlo bien deben  superar, sin mucha dificultad, casi todos los  inconvenientes, propios de la vida en comunidad. El maestro  es el profesional que tiene como función primaria transformar la conducta y la capacidad cognoscitiva,  las destrezas y las actitudes de los estudiantes,   grupo significativo de la   sociedad, pero sólo será eficiente si, además de poseer excelentes  competencias personales y profesionales, es capaz de adaptar su expresión epistemológica y pedagógica a  los grandes cambios sociales que experimentamos hoy.  
 Tiene el docente en su proceder competitivo y progresista,  el futuro de su nación. Su hacer social y cultural no tiene comparación, sin  importar que en muchos lugares  un gran sector “inculto e indolente”  de la población no  le adjudique  ni reconozca el valor real  que  le corresponde.    Al fin y al cabo, esto   no les hace falta a  los que educan con vocación,  compromiso,  amor y sacrificio, porque    se  estimulan intrínsicamente  del hecho irrefutable de saber    que ejercen    la profesión más importante de todas las que suele experimentar  ser humano alguno. Por fortuna, no son los menos,  los comprometidos con esta misión ya  que  inferimos,   por  el hecho de existir,  que todo lo importante es complejo,  poco apreciado y menos  remunerado; especialmente, en algunas de  nuestras sociedades  tan profundamente  materialistas y prácticas   como la mía, en  Puerto Rico,  donde un gran sector de la población   piensa que se vale por lo que se tiene, y  casi nunca se dice que se vale por lo que se es y por lo que se  hace.  Expresión que confirma que   la concepción cuantitativa de la realidad,  predomina cada vez con más fuerza  sobre la visión cualitativa, en un sector amplio del pueblo; es decir, un claro predominio de lo material sobre lo no  material, de lo simple sobre  lo complejo.  En definitiva, el maestro es importante y vale por lo que realiza y no por lo que recibe,  ya que  es el   conector  entre el individuo y el medio ambiente,   en la configuración   de la existencia: la formación integral del ser humano, en  armonía con su realidad,  su entorno geográfico, cultural  y social. Más aún,  cuando se pierde de perspectiva que su deber es facilitar, descubrir y construir  las respuestas que nos faciliten la existencia, en todos los planos de la  convivencia humana. Además,  debe   estar comprometido con la verdad   y   estimular  a los  otros para que entiendan y construyan  la suya, para que al final del camino sean  activos,   libres, productivos  y felices. Misión difícil y delicada, que hace imprescindible que el educador de esta  época   tenga dominio de un sinnúmero de competencias[6] didácticas para  lograr alcanzar los mejores resultados. Entre éstas, se destacan las   siguientes: para organizar un contexto; para formular preguntas; para variar la situación de estímulo; para conducir la síntesis y cómo lograrla; para ilustrar con ejemplos; para propiciar la retroalimentación (feedback); para emplear refuerzos; para favorecer experiencias integradas de aprendizaje; para facilitar la comunicación y para que  nos concienciemos de que nuestro rol académico  necesita, en la actualidad,  de un pluralismo  no limitado a instruir y disciplinar. De igual manera, es vital para lograr que  este docente  sea dueño de una    concepción progresista, humanista, constructivista y cognoscitiva,  para  que pueda construir con la competencia esperada los mejores esquemas pedagógicos, para la formación de un alumno competente y comprometido con el conocimiento, para de este modo,   contar con el mejor gestor  en la promoción del cambio social que  es imprescindible, y, sobre todo, para enfrentarnos al futuro, con  mayor posibilidad del éxito. Es importante mantenerse al día, capacitados, informados y conectados; así también, es importante  lograr la flexibilidad para adaptarse a sistemas de trabajos distintos. Además, resulta imprescindible el dominio de más de  un idioma,  ser dueño de una  cultura de calidad y del manejo de herramientas tecnológicas.
Recomendaciones generales
 Para finalizar, nos permitimos enumerar seguidamente algunos consejos para mejorar la calidad de los esquemas  pedagógicos  y, por consiguiente, el desarrollo social de nuestros países. Es fundamental que en este tiempo de cambios sociales acelerados, se le provea  al docente y demás miembros del sistema educativo, de experiencias que los capaciten para afrontar los mismos. Esto sólo es posible lograrlo  si se efectúan cambios drásticos en la formación del docente,  en lo referente al desarrollo de competencias:
1.      de conocimiento y sensibilidad sobre otras culturas
2.       para  expresarse en varios idiomas.
3.        para reconocerse como ciudadano de un mundo globalizado.
4.       para  pensar y actuar, interdisciplinariamente.
5.      para procesar, interpretar, validar y actuar, respecto a la gran   cantidad de información que se recibe constantemente.
6.      para desarrollar relaciones interpersonales que permitan la    comunicación efectiva y el trabajo  multidisciplinario.
7.       para el desarrollo de las ciencias.
8.       para reconocer que en el desempeño de sus tareas  se convierte   en artífice del futuro.
9.       para crear nuevas estrategias en la formación de  una sociedad, que pueda dar el verdadero salto al conocimiento.
10.         para promover estudios sobre multicontextualidad a fin de desarrollar mejores técnicas y estrategias pedagógicas.
Referencias
 Brophy, J. E., & Good.T.L. Teacher-students relationships: Causes and consequences. Holt, Rinehart & Winston. New York,  1974.
Dunking, M. J., & Biddle, B.J. The study of teaching. Holt Rinehart and Winston. New York,  1974.
Hunte, M. Mastery teaching. El Segundo. CA: TIP Publication , 1982.
Esteves, J .M. Profesores en conflicto. Nancea. Madrid, 1984.
Friedman, T. L. La tierra es plana. Editorial Martínez Roca, S.A., Barcelona, España, 2006.
Jaim  Etcheverry, Guillermo. La tragedia educativa. Fondo de Cultura Económica, Argentina, 1999.
Marcelo, C. Formación del profesorado para el cambio social. P.P.U. Barcelona, España, 1994.
www2.edtrust.org/ edtrust
[1] El Dr. Modesto Ñeco Quiñones es catedrático de la Escuela de Educación de la Universidad del Turabo en Gurabo, Puerto Rico. Enseña en el Programa Graduado el curso de Teorías del aprendizaje y en el Programa Subgraduado el curso de Fundamentos de la educación. Su dirección electrónica es mnecoq@hotmail.com
[2] Ponencia a presentarse en el VIII Encuentro Internacional y XIX Nacional de Educación y Pensamiento a realizarse en Aruba el 4  de mayo de 2007.
[3] El autor describe las fuerzas que han desatado la globalización en los últimos tiempos. Las estructuras económicas, comerciales y políticas están pasando a ser rígidamente verticales a ser francamente horizontales; es así como el mundo se está “aplanando”.
[4] www2.edtrust.org/edtrust
[5] Withall,J. & W. Lewis. Social Interaction in the Classroom.In Handbook of Research on Teaching. 1971.
[6] Manifestaciones de comportamiento de conocimiento, habilidades, actitudes, sentimientos y valores generalmente requeridos para desempeñar con éxito en un predeterminado nivel de  perfección una tarea o un conjunto de tareas.
