Modesto Ñeco Quiñones, Ed. D.[1]
«Nadie educa a nadie; nadie se educa a sí mismo; los hombres se educan entre sí, mediatizados por el mundo que les rodea» Paulo Freire
Introducción
En la naturaleza humana ser libre y auténtico es una de las más importantes aspiraciones que trae el ser desde el mismo momento en que ve la luz fuera del vientre materno. Al nacer, al desprenderse del cordón umbilical de su progenitora, por definición comienza su compleja y singular aventura de aprender para sobrevivir, una experiencia que no puede apartar jamás de su existencia. El individuo, en principio libre, pero eventualmente sumido por la experiencia social y cultural condiciona su libertad y su personalidad, dando margen a un protagonismo activo y esencial de un escenario plural de semejantes que le transmiten e imponen sus experiencias y conocimientos vitales para su acoplamiento a una realidad social y cultural, donde no tiene otra opción cognitiva que estar. «Percibir y actuar son las dos actividades fundamentales y permanentes del hombre y la mujer» Allí se inicia su crecimiento, desarrollo y maduración de manera circunstancial, para él, pero en gran parte intencionada por los demás, donde la complejidad de los sucesos, acciones y necesidades cognitivas, biológicas y sociales se hacen cada vez más complejas y diversas. Las diferencias y pareceres ante la variabilidad de los sucesos, construcciones y respuestas le crean confusión, conflictos y diferencias conceptuales, muchas veces insuperables. Según crece y aprende a definirse como un «ser-más», como lo expone Paulo Freire a través de su pensamiento pedagógico, «estar presente », dejarse sentir surgen divergencias y conflictos, ante lo cual no tiene otra opción que buscar, descubrir y construir sus propias « y mejores» respuestas para satisfacer sus necesidades e interrogantes más apremiantes: metacognición «conocimiento y control de su propio aprendizaje». Así, acumula en su memoria cognitiva experiencias que se convierten en conocimientos nunca antes imaginados y que le complican su necesidad de escoger. Entonces comienza a valorar lo aprendido, clarificar la presencia de su conciencia ante la complejidad de ser libre. Libre para escribir sus propias páginas de la vida, libre para ser capaz de ser distinto, libre para buscar por si mismo, con seguridad y decisión, su propia verdad, la que emerge de su propia naturaleza, de la misma esencia. Toda una descripción de desarrollo humano que sostiene Freire cuando explica que el ser humano por su naturaleza está presto a confrontar los desafíos de una forma simple y diferente, por más que esos desafíos se repitan de la misma manera, porque para cada desafío se organiza, piensa y responde en forma creadora.[3]
Causas fundamentales del conocimiento humano como práctica de la experiencia histórico-cultural.
Las mejores referencias para comprender tales supuestos «de la naturaleza humana» es su evolución histórico-cultural. Todos sabemos que desde el instante en que el hombre y la mujer aparecieron sobre la faz de la tierra la individualidad y las diferencias se hicieron presente, parte inmanente de existir. Desde entonces ellos han luchado por encontrarse a si mismos y definirse, lo que todavía sigue siendo parte de las circunstancias de ser. Sus capacidades cognitivas e independientes los empujan a dichas iniciativas. Así como algo instintivo, sin mucho esfuerzo, han percibido la libertad, la conciencia, el libre albedrío, para ser y pertenecer. Esta nueva conciencia de la discrepancia entre como son las cosas y como podrían ser, probablemente es el fundamento de la búsqueda de su « libertad», propia visión de lo que es. Lo que, sin duda alguna, manifiesta su capacidad y posibilidad de la construcción de un conocimiento liberador. Dicha discrepancia entre lo real y lo posible también contribuye a la confusión, a la enajenación. Al comparar lo posible con lo real descubre diversidad de faltas patentes, así se va forjando su propia libertad, especialmente cuando confronta su propia tesis y praxis con la presente en su medio ambiente histórico-cultural, «mundo físico o material, mundo cultural (lenguaje, arte, ciencia, etcétera), mundo social (familia, escuela, grupo, estado, etcétera). De igual manera comienza a dirigir sus nuevas facultades de pensamiento hacia adentro y se vuelve introspectivo, analítico y autocrítico. Y se inicia la marcha irreversible a la codiciada libertad y a convertirse en un creador de cultura. Lo que está presente en la máxima Descartiana: «pienso, luego existo». Si pienso quiero decir que soy, y si no pienso no soy un ser humano, el cual tiene una desmesurada capacidad para crear, inventar, imaginar, que no tiene ningún otro ser vivo. El conocimiento es lo que se produce como consecuencia de la reflexión, del pensamiento, se convierte en una respuesta personal. Tener esta posición personal, esta soberanía personal, hacer lo que yo quiera y no lo que me dicen que haga, actuar de acuerdo con mi conocimiento y no con lo que me puedan decir desde afuera, es fundamental en el proceso de educar para conocer, para hacerse. Es, por tanto, una educación con una epistemología liberadora la que nos dará la capacidad de actuar por nosotros mismos, porque hemos de tener tiempo para pensar, porque hemos de tener tiempo para disentir, porque hemos de tener tiempo para no ser dóciles. En este mismo sentido se manifiesta Freire en sus tesis de la pedagogía liberadora al desarrollar su concepto del ser humano.[4]
Sin embargo, a pesar de esa propensión, no muchos hombres y mujeres pueden apartarse de los condicionamientos socioeconómicos y socioculturales, que se han hecho parte imprescindible del proceso de aprender en su rol con la cultura de su país. Cosa que para el grueso de la población no es más que saber compartir y mediar con sus semejantes. Es decir, que en el proceso de transformarse en persona no les queda otra alternativa real que no sea asimilarse, adaptarse y acomodarse para ser aceptados y pertenecer, única forma para una gran porción de los miembros de la sociedad de estar y ser en su escenario histórico-cultural, según lo imponen los sectores políticos, económicos y culturales dominantes. El ciudadano de nuestros días, excluido, el que no cuenta, el que desafortunadamente presenta el mismo perfil que describió tres décadas atrás Paulo Freire. Pero, muy a pesar de esta terrible realidad es vital que siempre tengamos muy presente que la tolerancia no es indulgencia, la tolerancia es ponernos al pie de los otros, la tolerancia es actuar como si estuviésemos en el papel de la persona en la que estamos pensando, o que nos sirve de referencia. Esto hay que tener muy claro cuando contemplemos enfocar el proceso educativo que propenda a una mayor liberación del aprendiz.
Es, por lo tanto, una verdad aceptada que el ambiente social y cultural en donde nacemos, nos criamos y desarrollamos condiciona la personalidad en todos los frentes: cognitivo, destrezas motrices y actitudes afectivas. Allí se iniciaron los perfiles de los comportamientos grupal e individual tales como: costumbres, convencionalismos, ritos, tradiciones, leyes y muchas otras referencias de conducta en clanes, tribus, aldeas, pueblos, ciudades, naciones, etcétera.
«El conocimiento adquirido en la vida cotidiana se caracteriza, más que nada, por estar al servicio de un interés práctico. Los seres humanos intentan vivir la cotidianeidad en forma no problemática, y se sirven para esto de una actitud natural[5]».
Paradigmas o esquemas colectivos de comportamiento que obedecen a la experiencia, «conocimiento y convencimiento» de la necesidad de alcanzar el bienestar y la felicidad, propensión natural que lo enfrasca en la creación de nuevos códigos de comportamiento, en todos los órdenes de la vida colectiva, en su afán de alcanzar la más completa libertad y felicidad. Lo que nos confronta con leyes, mandamientos, doctrinas y supuestos que desde entonces han dirigido nuestra existencia. Así, día a día, siglo a siglo, se han ido forjando, desarrollando y modificando los modelos de comportamiento social que han dominado y conformado el quehacer de las sociedades, en las diferentes culturas y civilizaciones que pueblan nuestro planeta. Fenómeno físico y natural inherente al ser humano en todos los tiempos: antes, ahora y también después. Y que ahora, en los tiempos post modernos muchas mujeres y hombres proclaman que ya no hay paradigmas universales, lo que problematiza mejor la búsqueda de la acción liberadora confrontando la conciencia individual del saber con el hacer. Simbiosis cognitiva que aflora la conciencia de estar.
Lineamientos de la pedagogía liberadora según algunos destacados pensadores y pedagogos.
La dinámica de la evolución humana que durante diferentes épocas pueblos, naciones y civilizaciones, por necesidad o mejor dicho conveniencia de los sectores de la sociedad denominados los poderosos y los dominantes, han empujado y fijado los diferentes modelos conceptuales de convivencia colectiva; formas y maneras de controles colectivos que obedecen significativamente a sus intereses particulares y acomodaticios y no a las verdaderas necesidades humanas, en detrimento de sus más elementales derechos naturales. Todo lo opuesto a lo que debe ser, es decir, propiciar un escenario social donde todos los miembros sean protagonistas racionales y libres; teniendo presente en todo lo posible el dicho del celebre Marco Tulio Cicerón cuando dijo: “Los deseos deben obedecer a la razón”. A manera de ejemplo nos trasladamos al siglo V a. C., cuando Sócrates tuvo que beber la cicuta, porque los atenienses, que tenían el poder, consideraron que estaba corrompiendo a la juventud. Según el filósofo la tarea del educador es hacer preguntas y escudriñar las ideas de la humanidad. Lo que muchos siglos después, en la segunda parte del siglo XX, vuelve a señalar el maestro Freire, cuando dice que el diálogo es la esencia de la educación, es decir, el diálogo como un fenómeno humano, humano porque éste se realiza con el verbo, una de las características fundamentales de los seres humanos. La mayoría de los individuos es guiada por los prejuicios, no por la verdad, y vive en un mundo irreal. Una declaración que trasciende el espacio y el tiempo, no es verdad; hoy es igual. «Conócete a ti mismo» (Sócrates), era la nota dominante de su pedagogía. «Certero ejemplo de las reflexiones griegas acerca de la educación, que son tan antiguas como sorprendentemente vigentes». Siglos más tarde aparece el maestro Jesús quien señaló que el hombre necesita poca cosa para ser feliz y hallar sentido en la vida. En sus prédicas se puede inferir que la sinceridad hace al hombre libre, lo que es igual a ser auténtico y construir su propio camino para alcanzar su verdad. Es decir, alcanzar su propia identificación y absorción con la conciencia individual y universal: la verdad última.
«A veces no percibimos el «parentesco» entre los tiempos vividos, y perdemos así la posibilidad de «soldar» conocimientos desligados y de iluminar con los segundos la precaria claridad de los primeros»[6]
Acto que no cesa en hombre alguno, la búsqueda de la verdadera conexión entre la teoría y la praxis en su válido empeño en descubrir la felicidad y la libertad. Toda una dinámica racional que desafortunadamente está sujeta a los vaivenes cíclicos del poder y la ignorancia. Que vislumbra un triste escenario del panorama social, histórico, cultural actual que desemboca en un materialismo desenfrenado y agobiante que nubla e impide la conexión de la realidad con su conciencia, que no es otra cosa que la libertad.
Mucho después de estos ejemplos, para el siglo XV surgió una nueva concepción en la búsqueda de la verdad, la Nueva Ciencia, siendo unos de sus más destacados propulsores Renato Descartes, el autor del Discurso del método, quien introdujo el concepto de «La duda» en todo, incluso en su propia existencia, «Pienso, luego existo«. El concepto de la libertad y la capacidad humana tomo así otra dimensión. Nuevos tiempos en el entendimiento del potencial cognitivo de los seres humanos se estaba construyendo. El método cartesiano tuvo profundas consecuencias en la educación, pues éste sostenía que el verdadero conocimiento sólo puede lograrse cuando se elimina todo prejuicio. Con posterioridad apareció en escena Juan J. Rousseau que, al igual que muchos pensadores progresistas que lo siguieron, creía que en la educación no se puede imponer pautas; no se puede impartir enseñanza en forma mecánica; lo único que se debe hacer es desarrollar las tendencias naturales del niño y provocar su curiosidad. Para muchos él es el profeta de la libertad y el «laissez-faire». En su tesis pedagógica se percibe la importancia que tenía la claridad del conocimiento. Al igual que J. Pestalozzi, «Rousseau» creía que la educación era un proceso interno. Dijo, además, « el hombre ha nacido libre y en todas partes está encadenado»; y en nuestro caso deberíamos decir que la enseñanza y el aprendizaje han nacido individualizado y en todas partes encontramos hechos colectivos y uniformes. Otro promotor de la nueva educación liberadora fue Johann H. Pestalozzi (siglo XVIII), quien en su filosofía postulaba el ideal de la libertad.
«Yo diría al maestro: está perfectamente convencido del inmenso valor de la libertad, no dejéis que la vanidad os haga sentir ansioso por ver a vuestros esfuerzos producir frutos prematuros; dejad que vuestro niño sea lo más libre posible, y buscad diligentemente todos los medios de asegurar su libertad, su paz espiritual y su buen humor.»[7]
Además, hubo muchos otros pedagogos y pensadores que con sus ideas de una pedagogía liberadora contribuyeron significativamente a las nuevas concepciones del proceso educativo que ha venido construyéndose y dominando en los últimos tiempos. Como reconocimiento a sus grandes aportaciones a la pedagogía, paso a mencionar algunos de sus nombres: Gottfried W, von Leibniz, Emmanuel Kant, Johann Gottlieb Fichte, Georg F. Hegel, Johann Fr. Herbart, Friedrich W. A. Froebel, Augusto Comte, Herbert Spencer, Horace Mann, Paul Goodman, L. Vigotsky, Edmond Gilliard, A. S. Makarenko, Jean Piaget, John Dewey, Ivan Illich, Jonathan Kozol y Huschke-Rhein, entre otros. Eventualmente aparecieron otros pensadores, guías de la humanidad, como Teresa de Jesús de Calcuta, Mahatma Gandhi, Ernesto «Che» Guevara, Martín Luther King, etcétera, que sacudieron los paradigmas que regían sus vidas y las de los congéneres.
En este grupo se encuentra también la educadora italiana María Montessori, una de las más destacadas del siglo XIX, quien sostenía que la educación del niño es más bien una obra de auto-educación, basada en las actividades o mejor en su auto actividad, surgida de sus necesidades materiales y espirituales. Ella también ha sido una de los más fervientes defensores de la idea de la libertad en la educación. En su modelo pedagógico los estudiantes pueden moverse libremente en sus aulas y empezar o interrumpir sus tareas cuando quieran. Finalmente, la educadora considera que se debe respetar la individualidad del niño en su vida y su trabajo.
América también produjo educadores con pensamientos paralelos, a través de sus vidas, como lo es el caso del educador boricua Eugenio María de Hostos y Bonilla, autor de la obra Moral social, en la que se afirma el carácter humanista de la educación y se opone a la enseñanza dogmática y sectaria. Para entonces promulgó una educación de avanzada y progresista en la que el educando con plena libertad racional construyera y asumiera sus propias respuestas. En su ideario pedagógico se respalda la individualidad, la libertad, y la igualdad entre los seres humanos. Pero el más reciente y destacado educador de nuestra América (segunda mitad del siglo XX), es el brasilero Paulo Freire, quien aún sigue provocando y desafiando a educadores y otros pensadores con sus pensamientos y planteamientos acerca de la pedagogía de la liberación humana.
Situaciones reales de la pedagogía anti-liberadora en nuestro tiempo.
La sociedad siempre ha sido dinámica y cambiante, por la propia naturaleza de sus elementos constitutivos: el ser humano, los animales, las plantas y los demás elementos físicos. Una trayectoria histórico-cultural de siempre que hoy se bifurca significativamente en las super potencias del presente, en los grandes consorcios económicos, y la homogeneidad política que condiciona y controla la libertad cognitiva y hasta física de muchos seres humanos. A tales fines estos montan medios masivos de comunicación y propaganda, de todo tipo, para fomentar la sumisión y la enajenación cognitiva a un amplio sector de la sociedad. Algunos de los ejemplos más utilizados por el sistema para limitar o hasta impedir la libertad de actuar, escoger y ser son los siguientes: hacen llegar a los miembros de la sociedad la más eficaz propaganda construyendo necesidades artificiales «teléfonos celulares» para controlar la voluntad de pensamiento crítico de los individuos; así también se destacan la propensión al consumismo innecesario y agobiante. Otro ejemplo, también muy eficiente para ellos, es mantenernos endeudado lo más posible, con tarjetas de crédito, cuentas de crédito bancarias etc., con el fin intencional de limitar la capacidad de acción y movimiento, lo que es lo mismo que la libertad. Por otro lado, en la actualidad la forma más común y eficiente en este particular es inventar y construir artefactos y objetos que anulan el deseo de pensar y descubrir. Se nos da todo hecho y organizado privándonos del privilegio de procesar la curiosidad natural y mucho menos el pensamiento crítico para observar, organizar y seleccionar la respuesta correcta.
Además, se crean paradigmas que los empujan a un tipo de convivencia individual que los imposibilita y los enajenan de su potencialidad de organizar, descubrir y construir sus propios conocimientos. De forma tal que forman y mantienen un escenario social donde el individuo es guiado a seleccionar lo que otros han escogido de antemano para llevarlos a ser cada vez más dependiente y menos libre. Menos capaces y menos curiosos, seres ciegos ante lo real y lo racional, que no pueden ser protagonistas de su existencia. Todo está formulado para anular nuestro potencial de liberarnos y hacernos parte del grupo de seguidores. El objetivo es impedir que seamos críticos e independientes, pero lo más lamentable aún es que en la misma sala de clases se nos controla la libertad, la posibilidad de crear y procesar nuestras contestaciones a través de los materiales didácticos que se nos proveen. Por ejemplo se nos facilitan libros de texto con resúmenes al final de los capítulos; y hasta cuentan con descripciones de los aspectos más importantes al margen de cada página. Además, la incorporación marcada de láminas, tablas y gráficas impiden la formulación y creación de imágenes propias, lo que limita de salida la libertad de pensar. También nos limitan con la inclusión de las máquinas como las calculadoras y los medios informativos, la televisión y la internet, entre otros. Estos y otros medios tecnológicos, indudablemente, pueden ser grandes ayudas si se usan bien, sólo como complementos, no como el sistema, como se suele hacer; si no los utilizamos a conciencia estos se convierten en parte eficiente para convertirnos en uno más « excluido» y nunca en uno que cuente. Con su poder económico y cognoscitivo se alimenta la indoctrinación, con medias verdades, el miedo y la dependencia.
En los últimos tiempos algunos de los modelos más conocidos para excluirnos son los que orientan los sistemas políticos o del estado, a saber: el liberalismo, el neoliberalismo y la globalización. Tres esquemas políticos, económicos y sociales « renovados, pues estos siempre han existido» y han creado grandes conflictos sociales porque lo que recrean son esquemas sociales irreales de la visión de la felicidad que inhibe la liberación del individuo, porque están intencionalmente concebidos para controlar y desanimar la liberación de los ciudadanos. Finalmente, logran con mucho éxito, que un sector significativo de la población tenga la sensación de que no hay necesidad de pensar haciéndolos creer que hacerlo es doloroso e innecesario. Peculiar percepción de la conducta que desnuda y deja entrever la gran dicotomía en lo que dicen los hombres libres, los que no son libres y obedecen al sistema o al poder dominante. Estos últimos son los que siempre se alinean para servir a los privilegiados y los que desafortunadamente se apartan de los códigos fundamentales y cruciales, de las verdades que nos legaron como referencias los personajes ejemplares de siempre con sus concepciones trascendentales de la pedagogía de la liberación, claro está con sus propios conceptos y descripciones. Una desafortunada cosmovisión de la realidad que se contradice con enseñanzas magistrales como las que nos propusieron personajes como Confusio, el filósofo chino, que nos dijo: “el hombre culto evita todo exceso y toda pasión extrema”… “el objetivo del hombre superior es la verdad”; “y de forma similar se expresó Buda: “el hombre grande no es el que vence a los demás, sino el que se vence a si mismo. Doctrinas que manifiestan la esencia de la individualidad, la sinceridad y la libertad cognoscente al hombre, en su búsqueda por alcanzar la más plena liberación.
Conclusiones
La pedagogía liberadora debe ser entendida como un medio y no como un fin de la educación. En un modelo complementario, que con frecuencia (histórico-cultural) ha venido reforzando experiencias de enseñanza-aprendizaje revolucionarias y progresistas. Inmerso en esta percepción se podrá encauzar un nuevo paradigma didáctico y liberador en el que es necesario buscar, crear y producir experiencia en la sala de clases en las que sea posible el diálogo y la confrontación con los esquemas mentales y formales de los alumnos, no forzándolos a la obtención de un resultado, sino, por el contrario, estimulando un proceso de construcción y reconstrucción personal del conocimiento. Sobre todo, este particular, como punto de partida, me parece muy oportuno presentar lo que dice José A. Alcázar Cano, en su artículo Educar en y para la libertad.
Educar la libertad significa, entre otras cosas: ayudar a preguntarse a uno mismo qué significa ser libre, y adquirir conciencia de que la respuesta no es evidente ni alcanzable; entender que no hay una vida sensata si uno no tiene mínimamente presente esa pregunta y reflexiona sobre las alternativas que se le presentan; saber que muchas de esas alternativas serán contrarias a las propias inclinaciones o apetencias, o a las de la época en que uno vive.[8]
Por otro lado, cabe preguntarnos qué podemos hacer nosotros los educadores que tenemos el deber de fomentar la búsqueda de la libertad a través de la verdad para formar mejores ciudadanos para la familia, la patria y el mundo, como nos dijo nuestro maestro Hostos. Hoy más que nunca tenemos que enfrentar y modificar esta lamentable realidad en que vive la humanidad que ha venido degradando al hombre con modelos mezquinos y cerrados “marcos de hierro” donde se ha venido alimentando sutil y subliminalmente la configuración de esquemas cognitivos adversos a la libertad inalienable que corresponde por derecho natural a cada ser humano. Por lo que muchas veces se nos quiere hacer creer que la buena vida (facilidades, bienes y servicios, etc.) son sinónimos de libertad.
Es menester que configuremos, entonces, una pedagogía liberadora, en nuestro contexto cultural y nacional, con supuestos convincentes, centrados en su propia trayectoria histórica y cultural, desde las perspectivas básicas de las doctrinas de algunos guías de la humanidad incluyendo, entre otros, a pensadores y pedagogos destacados como el brasilero Paulo Freire, el más reconocido y traducido del mundo hispanoamericano del siglo XX, referencia obligada como punto de partida a todo lo que aquí propongo. Para Freire el punto medular de su propuesta« pedagógica liberadora» es la presencia del contexto de la sociedad cerrada, vigente y dominante en muchos pueblos y naciones. Consciente y preocupado por este contexto domesticador propone su tesis de la educación liberadora en la que se pueden precisar algunas de sus descripciones fundamentales, entre las que se encuentran las siguientes: fomentar una educación problematizadora de esa sociedad y su conciente educación bancaria y excluyente; provocar el diálogo con el oprimido, no liberado, de adentro hacia fuera, dejando al margen lo que el opresor quiere que internalice; alcanzar a través del diálogo una real distinción entre la cultura y la naturaleza; el cultivo del diálogo como esencial en la educación, para que sea una expresión auténtica de cada ser humano. Sólo así podemos promover en la praxis un modelo liberador que hay que rescatar de los modelos bancarios de operación mental. De forma tal que seamos capaces de reaccionar a todo lo que permita el dominio de un grupo de personas sobre otras.
En mi opinión, en primer lugar, tenemos que regresar al principio esencial de la existencia, donde el individuo se encuentre frente a su realidad y a su conciencia, para que de esa forma pueda recobrar sus talentos naturales dormidos o excluidos. El aprendiz «individuo» tiene que activar con fuerza y determinación su curiosidad cognitiva, es decir el gusto por descubrir y construir su mundo material y no material con independencia y probidad. Por lo tanto, resulta propio remontarnos otra vez a Sócrates cuando dijo. «el maestro es el guía de la civilización y debe buscar la unidad, aunque sus contemporáneos se opongan a ello». En otras palabras, tenemos la obligación moral y racional de enfrentarnos a la mentira y la demagogia con valor, y vehemencia, no tenemos elección. Hay que proceder con sentido revolucionario, ante la mentira, el discrimen, la corrupción y la injusticia. El conflicto entre lo que es y debe ser es eminente si queremos que surja el pensamiento, la reflexión y el cambio positivo en nuestro entorno histórico-cultural. Si no hay libertad, la gente hace las cosas más para sobrevivir que por un mejor vivir. La vida sin reflexión no vale la pena de ser vivida y la razón es la guía que lleva al hombre a la Emancipación. Es decir, la virtud y el saber son la misma cosa, palabras de Sócrates. Es nuestra función principal despertar al hombre común y servir, porque la mayoría está guiado por pensamientos irracionales y por la pereza, y vive en una cueva llena de medias verdades e ilusiones. Y no podemos olvidar, ni por un momento, que la educación tiene una última función social, histórica y cultural; y que al fin y a la postre no es otra cosa que la experiencia vital en el desarrollo humano. Además, es bueno señalar que los educadores libertarios son revolucionarios en el sentido más auténtico y amplio de la palabra. Es necesario que trabajemos para que nuestros alumnos puedan manifestar con libertad y confianza la autorreflexión y el autocontrol, pues existe una íntima relación entre la reflexión y la acción, según palabras de Paulo Freire.
Recomendaciones
Tratar que cada maestro tenga una «buena» (o aceptable) formación acerca de la importancia de canalizar su tarea pedagógica desde una perspectiva liberadora.
Partir del supuesto fundamental de que toda actividad pedagógica intencional es de por si una experiencia liberadora.
Estudiar con mayor profundidad la tesis pedagógica del eminente educador Paulo Friere para incorporarla al quehacer pedagógico.
Construir un marco referencial y estructural liberador que oriente el proceso de enseñanza aprendizaje.
Propiciar situaciones de aprendizaje esenciales y periódicas que promuevan el desarrollo de las destrezas del pensamiento crítico.
Aplicar modelos didácticos que permitan a los alumnos organizar y dirigir sus acciones cognitivas con más libertad e independencia.
Solicitar al liderato de los gremios magisteriales que incluyan en sus convenios colectivos cierta elasticidad para que sus miembros puedan actuar con mayor libertad.
Inculcar en los educandos la necesidad de aprender, para así alcanzar una actitud existencial inquisidora y liberadora.
Hacer patente la diferenciación entre saber (contenido) y saber hacer (conocimiento) para lograr una actitud liberadora en la vida.
Rediseñar «su estructura persona» con liderato, libertad y acción con pasión de compromiso y conciencia.
Considerar a los alumnos «juventud» como prioridad nacional, como la mejor inversión para el presente y el futuro, y como el activo más valioso del país.
Utilizar adecuadamente el conocimiento como núcleo de liderato en la promoción y desarrollo de una pedagogía liberadora.
Estimular el cuestionamiento personal del educando de la solidez, coherencia y validez del conocimiento construido, antes de la emisión de una respuesta puntual.
Referencias
Araujo Freire, Ana María (Coord.). La pedagogía de la liberación en Paulo Freire. Barcelona, España, Editorial Graó, 2004.
Cirigliano, Forcade, Illich. Juicio a la escuela. Humanitas, Buenos Aires, 1973.
Freire, Paulo. La educación como práctica de la libertad. Montevideo, Tierra Nueva, 1970.
Freire, Paulo. La pedagogía del oprimido. Madrid, Siglo XXI, 2003.
Godman, Paul. La des-colarización obligatoria. Fontanella, Barcelona, 1973.
Larroyo, Francisco. Historia general de la pedagogía. México, Editorial Porrúa, S.A., 1986.
Senger, Peter. La quinta disciplina. Editorial Graníca, 1993.
[1] El Dr. Modesto Ñeco Quiñones es catedrático de la Escuela de Educación de la Universidad del Turabo en Gurabo, Puerto Rico. Enseña en el Programa graduado el curso de Teorías de aprendizaje y en el Programa subgraduado el curso de Fundamentos de la Educación. Su dirección electrónica es mnecoq@hotmail.com
[2] Ponencia a presentarse en el VII Encuentro Internacional y XVII Nacional de Educación y Pensamiento, a realizarse en Ponce, Puerto Rico, el 9 de marzo de 2006.
[3] Paulo Freire. La educación como práctica de la libertad. Montevideo: Tierra Nueva, 1970.
[4] Siempre y cuando que éste se esfuerce por establecer una distinción entre la cultura y la naturaleza, pues la educación es un acto cultural, y por eso humano.
[5] Alfred Schutz define la actitud natural como la suspensión de la duda como principio de acción en la cotidianeidad, ya que el pragmatismo sería imposible si fuera necesaria una actitud teórica pura para todas y cada uno de las acciones necesarias para vivir.
[6] Paulo Freire. Pedagogía de la esperanza. México, 1999.
[7] L. Luzuriaga. Antología de Pestalozzi, Buenos Aires, Argentina, Editorial Losada, 1986
[8] Revista de Educación y Nuevas Tecnologías, http://contexto-educativo.com.ar/2002